sábado, 9 de junio de 2007

Verticalidad en el poder político.

En las líneas siguientes se presentan apreciaciones generales de lo que pudiese llamarse una radiografía del poder, entendiendo con esto , cómo se articula un estado a partir de una condición cultural que se hace manifiesta a través de lo caótico y lo épico. Entendiendo también por otra parte lo que algunos consideran como un estado constitucional, que se manifiesta a través de lo institucional como elemento regulador de lo caótico y que reduce a su vez la ancestral mirada épica.

En poco tiempo el mono González y otros se empeñaron en pintar todos los muros de Santiago de Chile con diversas consignas y variados dibujos con mensajes alusivos al presidente Allende. Como espaldarazo popular, como propaganda política, como escudo ante las arremetidas mediáticas en contra del mandatario.

Esto tiene mucho de lo épico y caótico que nos delinea. Y tiene mucho que ver con nuestras ausencias, por que también nosotros somos chilenos en la memoria. Pero, ¿ y no tiene el mismo matiz mesiánico con que las revoluciones de izquierda han cernido su poder en América Latina?, es decir, a partir de un líder. Si algo tiene eso de positivo es aún la figura del ser humano y no el mercado (visible fantasma que merodea tras las fábricas de la ilusión) quien se convierte en el vehículo de la trasnochada redención de nuestros pueblos.

La humanidad, siendo más amplios, ha aglutinado sus hechos épicos, y con ellos sus descomunales tragedias, en torno a la figura omnipotente de un hombre. Sea un gorila mercenario con esvásticas vestiduras o un pensador que le dio un vuelco despavorido al pensamiento político y filosófico de aquel orbe llamado Europa a mediados del siglo XIX. Quizá sea la insoslayable y terrible condición humana la de creernos borregos o pastores. Se rumorea que este pasado siglo breve teñido de sangre los hizo cambiar. Al parecer las instituciones solventaron en gran medidas las seguridades domésticas de los europeos.

El caudillo: “ m. Jefe, capitán: Bolívar fue el caudillo de la Independencia americana.
(SINÓN. V. Jefe). // Arg. Cacique.” (definición del Laurousse) Toda la historia (que es poca) que nos han dado en las instituciones educativas en los primeros niveles educativos, es sustancialmente caudillesca. Se hace clara la importancia que se le da a este ser, a quien quieren amarmolar a veces, en las transformaciones políticas del país. La figura de los héroes se ha mimetizado en la representación simbólica de la redención. Y ese es uno de los talones de aquiles, pues sólo a partir de ese padre terrenal podemos controlar la ira contenida que se traduce en caos y violencia. Se le da cauce a la frustración hacía una siempre anhelada liberación.

Aunado a esta consideración aventurera se me ocurre que, ninguna de los instancias que comparten el poder nacional son democráticas, (esto es extensible a otros países, sino a todos) es decir, un estado compuesto por poderes no democráticos en su constitución doctrinaria. Pongamos sólo por caso: el sector económico, el clero, el poder militar y las academias. Instancias dirigidas por pequeños caudillos elegidos en resueltos claustros. Señores feudales postmodernos.

Visto así es feo el panorama. Pero es indiscutible que si no se parte de ese reconocernos cualquier tentativa de reflexión habrá nacido trunca. No es el uroboro, ni la premisa de es que así somos y qué le vamos a hacer. Es mirar esa Soledad de América latina, como la llama el Gabo, como espejo común y como destino común, mas que manifiesto. Este ha sido un país gobernado por caudillos secularmente, bien sea disfrazados por las maquinarias partidistas en confabulación con el sector económico como en la cuarta, o por un personalismo desenfrenado y desnudo como en la quinta. Ahora pareciera que “el proceso” agudizó ciertos mecanismos que estaban oxidados y podría parirse algo distinto, algo mezclado entre la esencia caótica y la sistematización de los ingenieros del poder institucional.

Intuyo que la posibilidad que se presenta como la más idónea es aquella en la que el estado esté por encima de quien lo conduce. Aquella que minimice el personalismo que tanto clientelismo político produce. Y cómo atisbar algún rastro claro de esta situación ajena. Quizá con mesura instaurar el temor hacia el prójimo, como algunas superestructuras Quizá con el sello Caribe como estigma difícil de roer.

Percibo que esa posibilidad que mencioné antes encarna la imagen de lo moderno en la figura de un gerente público que dirija las asépticas instituciones donde la maquinaria burocrática sea operativa, transparente ,viable y ,sobre todo, perdurable. Y por supuesto, la verticalidad que siempre (visible o no) ha determinado a los poderes nacionales no sea el elemento conductor del país. Dónde la política ciclópea no tenga cabida porque las instituciones son los andamios del estada más allá del caudillo y, por ende de la verticalidad.

Eso suena bien, pero con la sazón de la América Latina (también la de la pacha mama) eso no tiene nada que ver. En este momentos grandes transformaciones son impulsadas por pueblos que eligieron un líder para que los conduzca y, si es el caso termine convirtiéndose en su redentor o el infalible Mesías equivocado que seque al país de un manotazo. Sigue siendo la misma historia épica que aún no ha terminado de botar todas sus costras.

La crisis de las instituciones nace de la incapacidad que tienen, hasta los grupos más pequeños “organizados” para solventar sus diferencias, obligando a un sector de ese poder a fisurar la unidad en aras del control. Sucede en los concejos comunales, en las cooperativas, etc. Siendo lo debido formarse como microinstituciones que conformen el gobierno nacional, para así contrarrestar la ancestral maña histórica de la verticalidad del caudillo.

Esa ha sido una fórmula para descongestionar el aparato burocrático. Por otra parte parece que no ha sido muy afortunada la aplicación de la fórmula, quizá por la equivocada asignación de tareas a quienes no pueden dominarlas. Una vez se habló(en su turno) repitió y espetó aquello del empoderamineto del pueblo, todo el poder para el pueblo, pero no se sabe cuan alto es el alcance y cuan sostenible es.

Como último aspecto, en este caso, miramos a un caudillo que intenta hacer una revolución socialista, que apostrofa abiertamente en contra de la tutela gringa. Esta característica lo convierte aún más en la figura central, en cuanto a lo épico se refiere, en un redentor, porque es capaz de asumir una posición contraria a la verticalidad del poder, del poder hegemónico. Aquí nos encontramos con la macroverticalidad, que es bueno siempre tener en cuenta, en cuanto a caudillos se refiere. Sobre este término no hablaré. Sin embargo, me resulta curioso imaginar esa macroverticalidad vestida de negro o quizá de mujer.

El Coco de la Coca

El Dr. Antonio Ledezma­­­­­­­­­­­­ intentará un recurso a través del cual le sea aplicada una prueba antidoping al Presidente de la República. Además de “Periquero” dice que el presi (en confabulación con la Farc, el eje del mal, y seguramente Osama Bim Laden) promueve de manera abierta y sin emplazamientos: una alianza para una Venezuela con drogas. Si el Dr. Antonio Ledezma consigue su objetivo, seguro encuentren en el torrente sanguíneo del presi, que además de coca, corre una hacienda cafetalera completa. “¡Chico! son riesgos que un primer mandatario debería saber medir. ¿Cómo promover una estética terrorista? ¿Cómo promover el consumo de hojas de coca? Sin calcular las consecuencias, que seguramente – la gente decente de este país-, va sentir en su indignada moral con palabras y gestos emitidos por el presidente”. “Quizás la hoja de coca no sea mala por si misma, pero no es un hábito nuestro, ése, es un hábito de indios” Dicen con engolada voz “los entendidos”.

Quizá los coca colos tengan razón, en este régimen todo se hace improvisado y se termina poniendo el queque. Realmente es demasiado tonto pensar que Chávez no sabe lo que dice respecto al tema, ni cómo, ni dónde. Por cierto, en la cuarta decían de CAP que consumía cocaína porque se la pasaba saltando charcos. Y por cierto, era el Dr. Ledezma quien le llevaba el maletín. Uno huele en el ambiente que, si no nos portamos bien, detrás de cualquier rincón nos puede salir el coco, que vendría disfrazado de OEA a favor de los derechos humanos, que si patatin que si patatan, a combatir la tiranía, a combatir el narcotráfico, a combatir la real mala costumbre de no parar de hablar. Pero bueno, hay que verle el lado coca cola a la vida.

En estos días de coco, coca y catalina, los creativos de la cola encocada nos regalaron un largometraje acuñado en nuestras pantallas: unos seres animados (bueno al principio no tanto) se lanzan tras la “epopéyica” tarea de proveer a un muchacho de la institucional gaseosa hecha (en un principio) a base de coca. ¡Como son las cosas!, nunca me hubiese imaginado que pulsar ese botón detonara tanta vida y diversión. “todos los días se aprende algo nuevo” Pero donde le pusieron coco los muchachos creativos, en estos días en que la coca está de moda, fue en el eructo como elemento vitalizante, cual espinaca líquida. El bichito se libera y se prende el rumbón. A COSTA carlés, que digo, de qué, ese permiso para arremeter contra las buenas costumbres de la gente decente de este país, no parecen cosas de los coca colos. Será que no se habían sacado la espinita de la caca que puso la coca cuando el coco se la puso catalina. Ya ven, en estos días a uno se le funde el coco con tanta información.
Michael Snow